Será clave en los próximos meses tener las fronteras cerradas, evitar expectativas gubernamentales excesivas de recuperación, trazar a los infectados y sus contactos cercanos y estar preparado para una tercera dosis para grupos sensibles de la población como lo está haciendo Israel para los mayores de 60 años. En caso contrario, podríamos poner en riesgo todos los buenos deseos para el 2021.
Dada la contingencia actual, poner en primera línea la creación de empleo y evitar poner presiones sobre las rigideces del mercado laboral es relevante. En este sentido, flexibilidad para retrasar discusiones de ajuste de salario mínimo o de reajuste salariales colectivos (más allá de la inflación), hasta que la recuperación del mercado laboral tome cuerpo, tienen sentido.
Enfrentamos hoy un problema de gran complejidad: cómo salir de una crisis económica con eventuales rebrotes de violencia y de pandemia, y, además, con un proceso de cambio constitucional plagado de incertidumbres.
El Estado actúa como un inversionista que diversifica el riesgo, por lo que unos pocos casos exitosos podrían más que compensar las pérdidas de los casos fallidos.
Esta será una dura lección, para que en los próximos años retomemos las reformas sociales de mercado que nos alejen de ese acantilado que es en definitiva el subdesarrollo en su más triste rostro.
Argentina es el paradigma de amnesia colectiva. Casi como un déjà vu permanente. Sin embargo, las experiencias inflacionarias y de repudio a las deudas (default) constituyen, más bien, un jamais vu; es decir una situación que se experimenta toda la vida, pero que, de repente, se tiene la sensación de que ocurre por primera vez.
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