Cabe preguntarse si aun en el caso de empresas de menor tamaño, la sociedad chilena se puede permitir éticamente que la supervivencia de éstas se haga condenando a sus trabajadores y especialmente trabajadoras, a vivir bajo el umbral de la pobreza e hipotecando el capital intergeneracional, pues los déficits de ingresos familiares obligan a los jóvenes prematura y escasamente preparados, a insertarse a un mercado laboral que también los precariza.
El debate está desordenado con tres bandos (a favor de la propuesta del PC, a favor de la propuesta del Gobierno y un tercero, que quiere dejar la jornada como está) esgrimiendo argumentos respecto de la medida.
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