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Gratuidad en la educación superior: ¿Mismo precio para distintos bienes?

Gratuidad en la educación superior: ¿Mismo precio para distintos bienes?

julio 18, 2013

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Por Eugenio Giolito* y Lucas Navarro** 
*PH. D en Economía y Magíster en Economía, Universidad de Maryland. Magíster en Economía, Universidad de CEMA, Argentina, Académico de la Facultad.
** Ph.D en Economía, Georgetown University, Director Magíster en Economía, Universidad Alberto Hurtado.
Artículo publicado en Revista Observatorio Económico Nº 73, julio de 2013.
Quizás los dos aspectos principales en el debate sobre la educación superior en Chile en los últimos años son el financiamiento y la calidad, especialmente el primero, punto en el que se han sugerido propuestas para que la educación superior sea accesible en forma gratuita. Este artículo se enfoca, en cambio, en aspectos de calidad de las universidades, porque, más allá de quién paga o bien aun si la educación superior fuera absolutamente gratuita, ¿qué tipo de educación se brindará y de qué manera contribuirá a reducir la desigualdad? Desde la perspectiva del joven promedio egresado de un colegio municipal o particular subvencionado existen muchas interrogantes. ¿Qué perspectivas tiene de recibir una educación de calidad y que le permita progresar profesionalmente en el futuro? A sabiendas de que los alumnos de colegios municipales y particulares subvencionados ingresan en desventaja al sistema de educación superior, ¿qué tan probable es que la universidad les entregue las herramientas básicas necesarias para superar las desigualdades preexistentes? ¿En qué medida la educación gratuita podría ayudar a que un alumno proveniente de un colegio municipal tenga una educación universitaria comparable a la de un joven con habilidades similares, pero que asistió a un colegio privado?
En el caso del lucro, la discusión actual ha tenido dos aristas, una eminentemente moral y otra relacionada con una medida “indirecta” de educación: si los sostenedores de la universidad lucran, se invertirá menos en calidad. Más allá de la validez del razonamiento, lo cierto es que tenemos información al alcance de la mano que nos permite darnos una idea bastante acabada de las diferentes ofertas académicas y de insumos universitarios que reciben los estudiantes según su origen.
Una variable fundamental del valor agregado de cualquier institución universitaria es su capital humano. Típicamente, en los países desarrollados la gran mayo¬ría de los académicos posee el grado de doctor y tiene dedicación exclusiva a la investigación y/o docencia en las universidades donde se desempeñan. Esto ayuda a lograr una educación de calidad, moderna y específica a las necesidades profesionales incluso cuando la duración de las carreras es, en general, menor a las de los países latinoamericanos, entre ellos Chile. ¿Cómo es la realidad en cuanto a la dotación de este tipo de capital humano especializado en la docencia e investigación en las universidades chilenas? Según datos oficiales del Sis-tema de Información de la Educación Superior (SIES), para el año 2012 sólo 13.7% de los académicos de las universidades chilenas poseen el grado de doctor, porcentaje que se encuentra muy por debajo del de las universidades de países desarrollados y que es muy heterogéneo entre las universidades (entre 2 y 40% según la casa de estudios).
Aunque difícil de medir, es interesante también observar si se realiza investigación en las universidades, para lo cual nos valemos del número de proyectos Fondecyt (regulares, de iniciación y de postdoctorados) aprobados en 2012 por cada mil alumnos. Si bien al tope de este ranking se encuentran las universidades más tradicionales, como la PUC y la Universidad de Chile, algunas universidades privadas de creación aparecen por encima de muchas universidades estatales: Adolfo Ibañez, de Los Andes o Alberto Hurtado.
Vemos entonces que los estudiantes universitarios enfrentan una oferta educativa de características heterogéneas entre las universidades, al menos en términos de la dotación de personal académico con el grado de doctor y su orientación hacia la investigación. Una pregunta que surge frente a este escenario es si, independientemente del tipo de colegio del que provienen los alumnos, éstos enfrentan características de la oferta educativa universitaria similares. ¿Existe alguna diferencia de acuerdo al tipo de colegio de origen (municipal, particular subvencionado, y particular pagado) en la probabilidad de que a un alumno le dicte clases un académico con grado de doctor?
Los datos del SIES permiten responder esta pregunta. Para ello simplemente se necesita, además de los indicadores del personal académico presentados, información sobre el número de matriculados según tipo de colegio de origen en cada universidad. Con los datos de la distribución por universidades del total de alumnos matriculados según tipo de colegio se puede calcular el promedio ponderado de los indicadores de personal académico por tipo de colegio de origen del sistema. O sea que podremos saber la característica promedio de las universidades a las que asisten los alumnos provenientes de distintos tipos de establecimientos. Esa información se presenta para tres indicadores en la tabla al final del texto: profesores, doctores y número de proyectos Fondecyt por cada mil alumnos. Los datos de profesores y doctores por 1000 alumnos a su vez están también expresados en jornadas completas equivalentes (JCE), dado que una minoría del personal académico es jornada completa.
La tabla muestra que, en promedio, en el sistema universitario hay 95 profesores cada mil alumnos y que ello equivale a 35 jornadas completas. Es decir, que en promedio los profesores del sistema trabajan algo más de un tercio de su tiempo en las universidades. A su vez, la universidad promedio del sistema tiene 13 doctores que representan 9 jornadas completas equivalentes y menos de dos proyectos Fondecyt cada mil alumnos. ¿Cómo va¬rían estos indicadores de acuerdo al colegio de origen de los matriculados? En esta dimensión surgen diferencias significativas entre las “universidades promedio” a la que asisten los alumnos provenientes de los distintos tipos de colegios. En primer lugar, los egresados de colegios privados particulares van en promedio a universidades con aproximadamente 20% más profesores por alumno y 22% más de profesores a tiempo completo por alumno que los egresados de colegios subvencionados y municipales, que presentan valores muy similares entre sí en estos indicadores. Por su parte, la probabilidad de que un alumno de un colegio particular pagado reciba clases de un profesor con doctorado es más de 50% superior a la de un alumno de cualquier otro tipo de colegio. Finalmente, el número de proyectos Fondecyt por 1000 alumnos de las universidades a las que van los alumnos de colegios privados es casi 60% mayor que el correspondiente a las universidades a las que van en promedio los alumnos de los colegios subvencionados y municipales.
Estos datos son elocuentes. Más allá de que la educación sea gratuita, los alumnos de colegios privados continuarían presentando una mayor probabilidad de tener un mayor número de profesores, de mayor grado académico y con mayor orientación a la investigación que los alumnos de colegios municipales y subvencionados. En la medida en que las reformas a la educación superior que se discuten no consideren estos aspectos, cualquier reforma al financiamiento no será suficiente para que el sistema universitario sea un verdadero motor de movilidad social. Este es el típico caso en donde aplicar una reforma al financiamiento sin modificaciones serias para mejorar la calidad puede que no sea una buena idea.
TABLA
¿Cómo son las universidades donde estudian los alumnos de distintos tipos de colegios?
Datos promedio de personal académicos universitario en 2012 según tipo de colegio de origen.
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